Gustavo Castro relata como fue la muerte Berta Cáceres. "¿Quién anda ahí?"

Gustavo Castro es el únido testigo del asesinato de la líder indígena hondureña Berta Cáceres.

Ciudad de México, México. El ambientalista mexicano Gustavo Castro, único testigo del asesinato de la líder indígena hondureña Berta Cáceres, narra lo que paso el día del asesinato de la ambientalista. Era casi medianoche cuando se escuchó un fuerte ruido en la casa de Berta Cáceres.

Castro era huésped de Cáceres, cofundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), cuando esta fue asesinada el 3 de marzo pasado en su casa, en la ciudad hondureña de La Esperanza.

El día que murió Berta Cáceres, el activista mexicano estaba por casualidad en su casa, era un viejo amigo de la activista y desde hace varios años, el COPINH y su organización, Otros Mundos, han realizado muchas actividades conjuntas.

En marzo pasado, se habían puesto de acuerdo en organizar un taller de tres días sobre energías limpias, así como sobre el proceso de construcción de una resistencia "más propositiva" de la que realiza el Consejo.

Cuando terminó la primera jornada del encuentro, Gustavo y Berta revisaron en su casa las actividades del segundo día de trabajo. Originalmente el activista mexicano estaba hospedado en otro lugar, la Casa de Sanación y Justicia de la Mujer en La Esperanza.

Pero esa noche Berta Cáceres cambió los planes. "Me dijo: hermano, lo voy a llevar a su casa', pero respondí que no iba a regresar sola, era muy peligroso". Y es que la vivienda era la única habitada de un barrio en construcción, a unos kilómetros del pueblo. Sólo había un vigilante, un hombre de edad mayor que cuidaba la entrada.

Castro Soto se quedó entonces hospedado en la casa de la líder indígena. Nadie, ni en el COPINH ni en la fundación Otros Mundos, o sus amigos supieron de esa decisión tomada por él, Tampoco los sicarios supieron de que Castro se encontraba en la casa, Cuando el joven mulato entró a la habitación del mexicano "se quedó sorprendido, como pensando '¿y éste que hace aquí?".

Era el 3 de marzo de 2016. En la habitación contigua Gustavo Castro Soto despertó sobresaltado, porque horas antes había conversado con la mujer sobre la treintena de amenazas que había contra su vida. Ella ya sabiendo la hora que era y con su voz enojada, preguntó: "¿Quién anda ahí?".
Berta Cáceres una de las mas grandes activistas activistas del pueblo Lenca
Cáceres era una de las más activas defensoras de los recursos naturales del pueblo Lenca, en Honduras, defender la naturaleza. Por oponerse a las multinacionales extractivistas. Por reclamar los derechos ancestrales de los Lencas, su pueblo indígena.

En 2015, Berta Cáceres recibió el más prestigioso galardón internacional ecologista, el Premio Goldman, el “Nobel verde”, por su resistencia contra la construcción de un megaembalse hidroeléctrico que amenaza con expulsar de sus tierras a miles de indígenas.

Con su audaz lucha, Berta consiguió que la empresa de propiedad estatal china Sinohydro, la mayor constructora de embalses hidroeléctricos del planeta, y un organismo ligado al Banco Mundial dieran marcha atrás y retiraran su participación en la construcción del embalse de Agua Zarca, sobre el río Gualcarque, río sagrado de los Lencas en la sierra de Puca Opalaca. 

Movilizadas por Berta y el COPINH, las comunidades indígenas bloquearon el acceso a las obras durante más de un año... Y consiguieron que algunos de los intereses empresariales y financieros más poderosos del mundo renunciaran a involucrarse en el proyecto. Esa victoria fue también la causa más directa del asesinato de Berta.

Pero también esa lucha junto a los indígenas la puso en riesgo. Semanas antes la activista escapó de los sicarios en la misma casa donde se encontraba, en el pueblo La Esperanza, a unos 300 kilómetros de Tegucigalpa, la capital del país.

Por eso Gustavo Castro, fundador de la organización mexicana Otros Mundos, se alarmó. "En ese momento dije: ya estamos muertos", "No lo acababa de pensar cuando en mi habitación se oyeron unas patadas y abrieron la puerta". En el quicio un joven de piel muy morena, "como mulato", le apuntó con una pistola.
Casa donde residía Berta Cáceres en la ciudad de La Esperanza, Intibucá.
"Los sicarios no tardaron mucho"

Castro recuerda que todo ocurrió demasiado rápido. A unos metros alguien entró violentamente a la otra recámara."Se oyeron tres disparos", recuerda. "Ya se tenían que ir y entonces el que tenía enfrente me dispara y sale corriendo".

Recuerda que estuvieron a punto de matarlo, y solo un segundo antes Castro movió la cabeza. La bala le rozó una mano y le arrancó un pedazo de la oreja izquierda. "Me dieron por muerto", dice todavía incrédulo . Entonces escuchó a su compañera que lo llamaba.

Cuando la encontró, en el suelo de la habitación, le pidió que buscara a su exmarido. "No sabía qué hacer, le dije: 'Bertita no te vayas, no te vayas", recuerda. Ya no lo escuchó. "Fue como un minuto, no tardó mucho en que se fuera".

Berta Cáceres, fue fundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), que encabezó la mayor resistencia a megaproyectos en Centroamérica, toda una vida de lucha quedaba a un lado, había muerto. Y el único testigo del asesinato la sostenía en sus brazos.

Su regreso a Mexico

Después de que todas sus diligencias se resolvieran, al menos aparentemente, la embajada mexicana en Honduras dispuso su regreso al país. Sin embargo, una vez en el aeropuerto se le impidió tomar el vuelo.

Una juez ordenó a Castro permanecer 30 días más en el país, "sin decir para qué" y con la incertidumbre de no saber si ese plazo se prorrogaría, relató.

Por el clima de inseguridad "no podía salir de la embajada", donde permaneció hasta que la juez levantó  la alerta migratoria, añadió. Dada la presión y la "evidente falta de aplicación de las leyes de Honduras"  consideró el activista, quien alega que estuvo en una situación de "indefensión legal".

La situación de riesgo que viven los defensores de los derechos de la tierra y su criminalización, aseguró Castro, no es una situación concreta de Honduras, sino que se vive en toda América Latina, donde los activistas se enfrentan a los intereses de los poderes y las grandes empresas internacionales.



El asesinato de la fundadora de COPINH no está aislado de la violencia que existe en América Latina hacia activistas y organizaciones que defienden los recursos naturales, afirma Castro Soto.

El continente enfrenta problemas similares ante las grandes corporaciones trasnacionales, que pueden incluso poner en aprietos la economía de varios países. La puerta de entrada son los acuerdos comerciales que obligan a cambiar leyes locales.

Al mismo tiempo existe un proceso de "criminalización" de la protesta social contra los megaproyectos, Finalizó el activista.


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